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El fisioterapeuta que explica que se puede vivir con dolor "y hacerle un corte de mangas"

El fisioterapeuta que explica que se puede vivir con dolor "y hacerle un corte de mangas"

Vivimos en una sociedad obsesionada con evitar el dolor, pero muchos expertos creen que nunca hemos estado tan mal preparados para afrontarlo. En este contexto, la editorial Arpa lanza ¡J*der, cómo duele!, que no pretende ser otro libro más sobre el dolor, sino el manual definitivo para entenderlo y aprender a convivir con él sin que nos controle.

Álvaro Pinteño desmonta en este escrito mitos, se ríe de las fórmulas mágicas y nos enfrenta a la realidad: el dolor no es solo un problema físico, sino una experiencia profundamente humana, modulada por nuestra biología, emociones y contexto social.

Con una mezcla de rigor científico, anécdotas personales y un estilo directo, sin rodeos ni paternalismos, este libro te enseñará por qué el dolor no siempre significa daño, por qué no es el cerebro el que nos engaña cuando se trata de interpretar el sufrimiento y por qué no podemos fiarnos de todas las soluciones milagrosas que nos venden.

Si alguna vez has sentido que el dolor te supera, que nadie te entiende o que te has convertido en un peregrino en busca de respuestas, este libro quiere darte las herramientas para recuperar el control. No es una promesa de alivio inmediato, pero sí una invitación a cambiar la forma en que lo vives. Porque duele… pero hay formas de hacerlo más llevadero.

PREGUNTA. ¿Qué te motivó a escribir este libro?

RESPUESTA. Varias cosas. La primera fue que yo fui paciente de dolor crónico. La segunda, que veía en consulta varias lagunas, varios problemas para los que no tenía respuesta y los libros y los artículos científicos, formaciones y demás a las que tenía acceso me ayudaban, pero no terminaban de darme muchas de las respuestas que yo pensaba. Entonces traté de hacer ese libro que a mí me gustaría haber tenido en mi mano y poder haber tenido acceso y haber leído para poder estudiarlo. Y también fue una parte de mí, de mi propia terapia y de mi propia curación que me permitió darle un nuevo significado y sentido al dolor, a mi propia experiencia de dolor que yo padecía por aquel entonces.

Foto: El dolor crónico influye negativamente en la calidad de vida de los pacientes.

P. ¿Por qué es importante este mensaje que transmites de que el objetivo no es vivir sin dolor, sino saludarlo y hacerle un corte de mangas?

R. Me fui dando cuenta de que el dolor forma parte de nuestra vida. Es inherente al ser humano, es inherente a estar vivo. Creo que es solamente cuestión de tiempo que el dolor nuevamente se exprese de una nueva forma.

El ser humano tiende a aferrarse a situaciones temporales como si fuesen permanentes, y cuando tenemos dolor, muchas veces tendemos a anclarnos a él como si ya fuese para toda la vida, como si fuese a durar más del tiempo que pensamos, cuando muchas veces se nos olvida también el concepto de regresión a la media. Me gusta mucho porque lo que nos dice es que cuanto mejor estamos, lo más probable es que volvamos a estar un poco peor. Y cuanto peor estamos, también lo más probable es que después volvamos a estar un poco mejor.

Puede ser que muchas veces estemos o llevemos meses o incluso años en un pozo sin fondo que parece ser que no tiene final, pero quizás puede ser que este año el invierno y el otoño se estén alargando más de lo que nos gustaría y esté lloviendo más de lo que esperábamos, como este año, por ejemplo, con la lana y demás. Pero bueno, que siempre puede salir el sol. Es cierto también que va a haber situaciones de personas donde va a haber determinantes sociales concretos y demás que puede llegar incluso a impedir la recuperación total, es decir, la remisión total de los signos y síntomas. Entonces, en este caso, quizá el único consuelo o lo que nos queda es dotar de estrategias y herramientas a la persona para ayudarle a afrontar mejor su problema y poder hacer ese corte de manga, ese saludarlo a pesar de tener dolor.

Básicamente es como un mensaje metafórico de que la vida siempre va a ser mucho más grande y merece la pena ser vivida que el propio dolor en sí mismo, que aunque tenga el potencial de poder arrancarte trocitos de la vida que disfrutas y posiblemente las cosas que más amas, creo que merece la pena siempre tener esperanza de volver a encontrar una forma de poder disfrutar aquella cosa que más nos gusta.

placeholder '¡Joder, cómo duele!'
'¡Joder, cómo duele!'

P. Además del título, el libro tiene un lenguaje coloquial, ¿cómo de importante es este tono para que llegue a la gente?

R. Es muy importante. Petrarca decía que él no pretendía que se comprendiese sin ningún esfuerzo y sin ningún trabajo lo que a él le había costado con tantísima fuerza de trabajo aprenderlo. Y es cierto que hay que entender el dolor y comprender esta compleja experiencia, va a requerir siempre trabajo y esfuerzo, por muy en lenguaje coloquial que queramos ponerlo. Para mí también fue un reto, porque una de las cosas que se habla también es que la culturización de la persona y el nivel de conocimiento que pueda tener va a decir muchísimo de la comprensión que pueda tener. Entonces estas personas también suelen ser personas que padecen dolor crónico. Para mí era también muy importante, sin ser reduccionista, sin ser simplista, sin caer en el mensaje muy categórico, muy llamativo, que pudiesen calar, que se perdiesen verdaderamente todos los matices y límites y que siguiese transmitiendo esa esperanza.

P. Cada vez se habla más del dolor crónico, que aparece casi como una pandemia silenciosa, pero no se conoce bien, no se trata bien... ¿Qué está fallando en el enfoque sanitario actual para hacer frente al dolor crónico?

R. El sistema sanitario actual es un sistema complejo, igual que la experiencia de dolor es compleja.

Están fallando los tiempos que se tienen en la pública para atender a este tipo de pacientes. Es imposible poder hacer una buena historia clínica en 10 minutos, cuando yo con mi paciente puedo tirar hasta una hora solamente de la primera sesión para hacer una buena anamnesis. Sé también que están fallando los propios incentivos perversos que existen en la mercantilización de la salud, cómo también nos constriñe a que seamos intervencionistas, cuando muchas veces de lo que se trata es de no intervenir y explicar por qué no es necesario intervenir. Y eso también implica tiempo, mantener conversaciones incómodas.

También está fallando la iatrogenia, que en Estados Unidos se sabe que ya se ha convertido en la tercera causa de muerte. Eso qué quiere decir: la iatrogenia son las consecuencias negativas de los tratamientos médicos, y muchas veces la consecuencia se acaba convirtiendo en un problema mucho mayor del problema inicial que se pretendía resolver. Entonces, actualmente tratamos muchas consecuencias que podrían haber sido evitadas. Consecuencias de sobrediagnóstico por falsos positivos, consecuencias también de la sobremedicalización. Todo ese conglomerado conforma un problema bastante complejo. Y bueno, tampoco creo que la solución pase por incluir más plazas en la pública, por ejemplo, en fisioterapia es tremendamente necesario. Pero, si lo que vamos a incluir es profesionales bajo las mismas condiciones, bajo el mismo tiempo y bajo un modelo biomédico desactualizado, intervencionista, quizá lo que vamos a agravar es aún más el problema.

Vemos como, paradójicamente, pese a tener cada vez más conocimiento, más avance tecnológico y demás, los casos no hacen más que aumentar. También es cierto que cada vez vivimos más, la esperanza de vida es más larga, lo cual también puede derivar en experimentar más dolor como consecuencia de otras patologías y comorbilidades, un dolor crónico más secundario. Entonces, bueno, no tengo respuesta, pero sí creo que los gestores sanitarios, los políticos y demás deberían tener en consideración al menos estas cosas que sí sabemos que están fallando y tratar de buscar una solución.

placeholder Álvaro Pinteño. (Arpa)
Álvaro Pinteño. (Arpa)

P. ¿Debemos hacer hincapié en la sobremedicación?

R. En su día fue noticia la cantidad de muertes que causaron la crisis de los opiáceos. También los problemas de adicción que tienen. Creo que el ser humano parte de una postura, de un sesgo más intervencionista donde necesita tener control sobre su situación, necesita creer que está haciendo algo útil por su problema y ahí la medicación encaja perfectamente. La medicación para el dolor, mucha de ella no debería de ser recetada más de tres meses y puede ser un gran medio en esos tres meses, como una potente ventana terapéutica para poder hacer lo que verdaderamente se tiene que hacer, que es tratar la conducta de afrontamiento del dolor de una persona. El problema es que cuando solamente se da medicación, y una vez que te habitúas a ella, lo que se propone es seguir aumentando la dosis, con todas las consecuencias negativas que ello conlleva, pues está claro que hay algo que está fallando.

P. En el libro hablas de cómo el dolor se modula no solo desde lo físico, sino también desde lo emocional, social y cultural. ¿Qué creencias erróneas siguen siendo más frecuentes entre los pacientes y los profesionales?

R. Más allá de lo que hemos hablado de que “necesito que me hagan algo”, se sigue pensando que hay una postura correcta, una postura ideal, cuando actualmente se sabe que quizá la mejor postura es la que dura menos tiempo y la que es más costo-efectiva a nivel energético, y la que no te hace estar pensando constantemente en cómo deberías de estar posicionado para dejar de tener dolor. Si te sientas frente al ordenador según la postura ergonómica ideal, y eso más allá de un determinado tiempo, según la capacidad de tu tejido, seguramente experimentes dolor por la acidosis tisular, donde el pH de tu sangre cambia, se vuelve más ácido y tu organismo empieza a experimentar una serie de síntomas que implican que cambies de posición y te muevas.

Esto no quiere decir que la postura no importe, sino que es siempre relativa. En algunos pacientes muy concretos va a haber cambios biomecánicos y posturales que puede ser necesario trabajarlos. También existe el mito de que todo dolor que se tenga siempre es por una contractura. Las contracturas existen, pero quizás no lo que comúnmente se define como contractura. Muchas veces la contractura no es más que ese proceso que se suele resolver por sí solo, independientemente de que te des un masaje o no. Eso no quiere decir... bueno, también respecto al masaje: se sigue pensando que hay que encontrar otra cosa, que aquí hay algo que corregir, cosas y demás, y básicamente lo que hacemos es interaccionar con la otra persona, con el sistema nervioso. Se libera una serie de sustancias químicas que son analgésicas en el corto plazo y te pueden generar bienestar. Pero si el problema actual de esa persona sigue, si hay reforzadores, constreñimientos en el entorno, determinantes sociales que siguen llevando a padecer eso, si no hay síntomas, muchas veces también puede agravar el problema.

El problema de todas estas cosas no es tanto la intervención en sí misma, sino la narrativa que las acompaña, que puede ser de dependencia y de fragilidad. Muchos pacientes se sienten como que necesitan venir al fisioterapeuta cada 15 días o cada mes para pasar un chequeo, para hacer un reajuste, cuando muchas veces lo que es necesario a lo mejor es trabajar un par de meses con esa persona para darle las herramientas para que sepa valerse por sí mismo. Nosotros deberíamos ser más agentes de salud, gestores del problema, para ayudar a las personas a que puedan valerse por sí mismas, y solamente en casos puntuales, cuando esas herramientas no sean aplicables en su situación personal, que vuelvan a nosotros. Pero lo de la dependencia…

Foto: El neurólogo Arturo Goicoechea. (Cedida)

P. Gran parte de la base de este libro es tu experiencia como profesional, ¿qué has aprendido de tus pacientes?

R. Los pacientes me han salvado en más de una ocasión. No tanto a no abandonar esta profesión, que muchas veces es desagradecida por las propias condiciones que tenemos, muchas veces. Pero te enseñan muchas cosas porque, bueno, en mi caso, al ser una persona joven, ahora mismo no tengo más que 30 años, pues el problema es que muchas veces tú dices: “Bueno, ¿yo quién coño soy para dar consejos a una persona sobre algo que se está desarrollando conmigo y demás?”. Entonces te enseñan a tener paciencia, te enseñan a escuchar, te enseñan a tener compasión, te enseñan a mantener conversaciones incómodas. También muchas veces se desahogan contigo por problemas personales tremendamente importantes.

P. ¿Dónde trazas el límite entre una empatía y una sobreimplicación con los pacientes?

R. A nivel empatía afectiva, es muy importante tener esto en cuenta porque en procesos de dolor crónico, sobre todo, acabas inevitablemente trazando un vínculo terapéutico que es algo un poco más íntimo. Pero si haces las cosas bien y si sabes dónde cortar a tiempo, los límites, los pacientes lo saben identificar muy bien: cuándo se está en sesión y cuándo se está fuera de sesión.

P. ¿Qué te gustaría que se llevase consigo quien acabe esta lectura?

R. Que tuviese algo de esperanza, que tuviese quizás no todas las respuestas que se anhelan y que se buscan y poder ayudarle, sino que se plantease quizá una pregunta más adecuada. Creo que con eso ya sería suficiente para empezar a tomar mejores decisiones en relación al dolor y al sufrimiento.

El Confidencial

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